Soy la gatita Zarri.
Soy la gatita Zarri. O fui. O acaso nunca dejé de serlo. Ahora soy niebla y memoria, luz oblicua penetrando los álamos del río. Habito en esa frontera ingrávida donde la piel es solo un vestigio y los nombres ecos perdidos.
Fui de la calle, de la pedrada, del hambre punzante que afila el rostro. Fui de la desconfianza, de la alerta, de la huida. Hasta que una voz, unas manos compasivas me arrancaron de la inclemencia y me llevaron consigo cuando el cáncer ya urdía una telaraña en mis huesos. Y así supe de los tejidos de un cojín, de los cuencos siempre llenos, de mi nombre pronunciado con ternura. Zarri. Zarrapastrosa.
En mi nueva morada, la meseta de Ocaña, descanso en paz. Entre los campos de trigo y las hileras de olivos se han reunido otros gatos, mis hermanos, mis compañeros de viaje. Los vigilo, los resguardo y les dejo beber de mi agua ofrendada y descansar en mis flores.
El viento, cuando roza las hierbas, murmura secretos que ahora entiendo. Los conozco todos. He visto las almas desprenderse como hojas cansadas, danzando sin peso sobre el suelo del universo. Cali, Mocho, Luni. Sé que hay maullidos y lágrimas que nadie atiende. Y sé, sobre todo, que el amor persiste. Que quienes me cuidaron siguen pensándome, aunque sus ojos solo vean, en mi tumba, silencio. Pero no hay silencio aquí. Hay rumores de la vida enredándose, hay susurros en las patas que se deslizan sobre la parcela, ecos de pasos antiguos que aún resuenan en las piedras junto al Tajo donde una vez viví. Aprended: todo se guarda si se cuenta. Nada desaparece del todo.
A veces, cuando la noche se pone seria y el aire se sobrecarga del perfume denso de la tormenta, ronroneo. Un ronroneo que no viene de ningún ser vivo. Soy yo. No me he ido.
Y nunca me iré.
#gatos #CasaZarri #Ocaña #vida #muerte #Aranjuez
Fui de la calle, de la pedrada, del hambre punzante que afila el rostro. Fui de la desconfianza, de la alerta, de la huida. Hasta que una voz, unas manos compasivas me arrancaron de la inclemencia y me llevaron consigo cuando el cáncer ya urdía una telaraña en mis huesos. Y así supe de los tejidos de un cojín, de los cuencos siempre llenos, de mi nombre pronunciado con ternura. Zarri. Zarrapastrosa.
En mi nueva morada, la meseta de Ocaña, descanso en paz. Entre los campos de trigo y las hileras de olivos se han reunido otros gatos, mis hermanos, mis compañeros de viaje. Los vigilo, los resguardo y les dejo beber de mi agua ofrendada y descansar en mis flores.
El viento, cuando roza las hierbas, murmura secretos que ahora entiendo. Los conozco todos. He visto las almas desprenderse como hojas cansadas, danzando sin peso sobre el suelo del universo. Cali, Mocho, Luni. Sé que hay maullidos y lágrimas que nadie atiende. Y sé, sobre todo, que el amor persiste. Que quienes me cuidaron siguen pensándome, aunque sus ojos solo vean, en mi tumba, silencio. Pero no hay silencio aquí. Hay rumores de la vida enredándose, hay susurros en las patas que se deslizan sobre la parcela, ecos de pasos antiguos que aún resuenan en las piedras junto al Tajo donde una vez viví. Aprended: todo se guarda si se cuenta. Nada desaparece del todo.
A veces, cuando la noche se pone seria y el aire se sobrecarga del perfume denso de la tormenta, ronroneo. Un ronroneo que no viene de ningún ser vivo. Soy yo. No me he ido.
Y nunca me iré.
#gatos #CasaZarri #Ocaña #vida #muerte #Aranjuez
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